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4 cilindros, 5 décadas de modernidad

4 cilindros, 5 décadas de modernidad

La historia de la famosa sede central de BMW en Múnich es una historia de espíritu innovador, visión arquitectónica y nuevas ideas en tiempos de grandes cambios. Ahora que cumple 50 años recordamos cómo surgió y qué ha acabado representando.

La sede central de BMW, situada al norte de la ciudad de Múnich, muy cerca del Estadio Olímpico y con los Alpes alemanes como telón de fondo, es una vista familiar tanto para los habitantes de la ciudad como para los visitantes que ya han estado aquí antes. Durante más de 50 años, este famoso edificio ha sido un elemento central del paisaje urbano de Múnich y sigue siendo un icono a fecha de hoy.

Para entender de verdad la historia del «Hochhaus» (como llaman los empleados al edificio), primero hay que conocer su papel en la historia de la empresa y la marca BMW. Y también hay que ser consciente de que su construcción e inauguración coincidieron con una época de desarrollo sin precedentes, marcada por un cambio rápido y profundo.

UN SALTO A LA MODERNIDAD

El final de la década de los sesenta fue un periodo de enorme éxito para BMW. Las ventas aumentaban de forma significativa bajo la dirección del entonces jefe de ventas y marketing Paul G. Hahnemann, y pronto se hizo evidente que había llegado el momento de expandir el negocio. Para satisfacer la creciente demanda de vehículos BMW, en 1966 se adquirió Hans Glas GmbH, una empresa de la competencia emplazada en la Baja Baviera, con lo que a la fábrica original de Múnich se sumaron los centros de producción de Dingolfing y Landshut. Sin embargo, pronto quedó claro que el espacio administrativo destinado a los empleados afincados en Múnich estaba generando un cuello de botella de cara a futuros desarrollos.

En 1968 se abrió una convocatoria dirigida a arquitectos para que presentasen sus propuestas para un nuevo espacio de oficinas que se construiría en Múnich. El diseño ganador fue el del arquitecto Karl Schwanzer, que, de este modo, se convirtió en el cerebro de detrás del «Hochhaus».

El plan de Schwanzer para el edificio era realmente revolucionario. Este arquitecto vienés concibió un hito arquitectónico para la ciudad de Múnich: una torre con 22 pisos de oficinas, salas de juntas y un sótano, una altura de 99,50 metros y una estructura formada por cuatro elementos principales simbólicos con forma de cilindro. Sin embargo, su idea iba más allá de la brillante simbología. Schwanzer, claramente inspirado por el enfoque del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer hacia la dualidad entre forma y función, subrayó la necesidad de espacios de oficina de diseño moderno que propiciasen una comunicación fluida y un trabajo cooperativo entre los empleados y de un exterior que reflejase los rasgos distintivos de la empresa, a saber, ingeniería de precisión de formas claras, destreza técnica y éxito económico. Así, el extraordinario lenguaje de diseño utilizado en su propuesta no solo daba a BMW la imagen de una empresa situada a la vanguardia de la innovación automovilística, sino que también ofrecía ventajas prácticas a los numerosos empleados que acudirían a trabajar día a día a la nueva sede central.

Desde el punto de vista técnico, el edificio también era una maravilla. Schwanzer no lo imaginó asentado sobre una cimentación tradicional, sino suspendido de una estructura de acero con forma de cruz. Por lo tanto, este edificio de casi 100 metros de altura no estaba pensado para construirse de abajo arriba, como suele ser el caso, sino de arriba abajo; las plantas superiores debían construirse primero, «colgadas» del tejado de acero, mientras que los cuatro elementos principales de forma cilíndrica debían crearse en el suelo, elevarse mediante un sistema hidráulico y completarse por segmentos. A finales de los sesenta, este era un método prácticamente inaudito y contribuyó a destacar aún más el carácter futurista e innovador de la nueva sede central.

Después de esta visión, ciertamente ambiciosa, se polarizó inicialmente, se llegó a un acuerdo y la construcción comenzó a finales de 1968. Cuatro años después, justo cuando Múnich abría sus puertas para los Juegos Olímpicos de 1972, concluyó la construcción del nuevo edificio, que se inauguró oficialmente el 18 de mayo de 1973.

4 cilindros, 5 décadas de modernidad
4 cilindros, 5 décadas de modernidad
4 cilindros, 5 décadas de modernidad

CAMBIO DE ESCENARIO

Otro de los motivos subyacentes para realizar esta enorme inversión era señalar que la empresa estaba lista para el futuro. La inauguración de la nueva sede central, justo cuando los mejores deportistas del mundo competían por ganar medallas olímpicas prácticamente a la vuelta de la esquina, era realmente simbólica: BMW enviaba al mundo una señal clara de que tenía intención de subir la apuesta y dar un salto a la modernidad, sin concesiones.

Los años setenta abrieron la puerta a una serie de cambios sin precedentes y al desarraigo de numerosos paradigmas culturales, sociales y económicos, y BMW no fue ninguna excepción. Aunque en la década de los sesenta se sentaron las bases para un crecimiento y una expansión inéditos del negocio, cuando Eberhard von Kuenheim asumió el cargo de CEO en 1970 se produjo un auténtico boom. Bajo su mando, BMW dio varios pasos para preparar el negocio de cara al futuro y muchos de ellos siguen siendo fundamentales para el éxito actual de la empresa. Una estrategia nueva y flexible de expansión de fábricas sirvió para garantizar la descentralización de la producción e implantar una red de producción sumamente flexible. Fue también durante los primeros años de von Kuenheim al frente de la empresa cuando se introdujo una nueva nomenclatura para la gama de modelos de BMW con las designaciones Serie 3, Serie 5 y Serie 7, un planteamiento tan preparado para el futuro que sus principios siguen funcionando hoy. La junta directiva decidió numerar las líneas de modelos existentes dejando a propósito un margen entremedias, por encima y por debajo de los números para dar cabida a futuros modelos y series. De este modo aseguraron la existencia de opciones de expansión y ampliación para que no fuese necesario volver a conceptualizar las famosas denominaciones más adelante.

Otro de los motivos subyacentes para realizar esta enorme inversión era señalar que la empresa estaba lista para el futuro. La inauguración de la nueva sede central, justo cuando los mejores deportistas del mundo competían por ganar medallas olímpicas prácticamente a la vuelta de la esquina, era realmente simbólica: BMW enviaba al mundo una señal clara de que tenía intención de subir la apuesta y dar un salto a la modernidad, sin concesiones.

Los años setenta abrieron la puerta a una serie de cambios sin precedentes y al desarraigo de numerosos paradigmas culturales, sociales y económicos, y BMW no fue ninguna excepción. Aunque en la década de los sesenta se sentaron las bases para un crecimiento y una expansión inéditos del negocio, cuando Eberhard von Kuenheim asumió el cargo de CEO en 1970 se produjo un auténtico boom. Bajo su mando, BMW dio varios pasos para preparar el negocio de cara al futuro y muchos de ellos siguen siendo fundamentales para el éxito actual de la empresa. Una estrategia nueva y flexible de expansión de fábricas sirvió para garantizar la descentralización de la producción e implantar una red de producción sumamente flexible. Fue también durante los primeros años de von Kuenheim al frente de la empresa cuando se introdujo una nueva nomenclatura para la gama de modelos de BMW con las designaciones Serie 3, Serie 5 y Serie 7, un planteamiento tan preparado para el futuro que sus principios siguen funcionando hoy. La junta directiva decidió numerar las líneas de modelos existentes dejando a propósito un margen entremedias, por encima y por debajo de los números para dar cabida a futuros modelos y series. De este modo aseguraron la existencia de opciones de expansión y ampliación para que no fuese necesario volver a conceptualizar las famosas denominaciones más adelante.

La terminación de las obras del «Hochhaus» también coincidió con otro hito en la historia de BMW: la presentación del primer vehículo totalmente eléctrico de la empresa, el BMW 1602e. Este prototipo, construido sobre la base técnica de un BMW 1602 ordinario, desempeñó un papel fundamental en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972 . Con una autonomía en modo eléctrico puro de algo más de 50 kilómetros y una velocidad máxima de alrededor de 50 km/h, dos de estos vehículos BMW fabricados expresamente para la ocasión sirvieron de coche guía a los atletas olímpicos en las maratones y en los eventos de larga distancia, recorrieron a toda velocidad los circuitos de carreras de los juegos y causaron revuelo entre los medios de comunicación con su aspecto deportivo y su característica pintura de color naranja brillante. Pero lo más importante es que el BMW 1602e le demostró al mundo que era posible diseñar y fabricar un vehículo de propulsión exclusivamente eléctrica por baterías... Una proeza que no podemos subestimar hoy, 50 años después, en un momento en el que BMW lidera el impulso hacia la electrificación con una línea completa de vehículos premium totalmente eléctricos y varios nuevos modelos previstos para los próximos años.

«GEBAUTE KOMMUNIKATION»

Ahora que la sede central de BMW cumple 50 años, la visión arquitectónica y de diseño del profesor Schwanzer sigue marcando y simbolizando la filosofía arquitectónica de BMW. Con el edificio que acabó definiendo su legado, Schwanzer había imaginado un entorno de trabajo verdaderamente moderno, con condiciones óptimas para los empleados que trabajarían en los numerosos productos y planteamientos que han marcado el éxito de BMW desde entonces: unos espacios de oficina amplios y luminosos en salas circulares que permitían que la mayoría de los empleados tuviesen su mesa cerca de una ventana y unos pasillos que discurrían por el núcleo del edificio, con lo que nadie tenía que atravesar las zonas de trabajo para trasladarse de un departamento a otro. Y con un exterior que era al mismo tiempo impactante, simbólico y moderno, la nueva sede central no solo dejó su impronta de forma instantánea en el paisaje urbano de Múnich, sino que también sirvió para anunciar al mundo exterior una nueva etapa de innovación y modernidad para BMW como empresa.

Esta fusión de forma y función se denomina desde entonces «gebaute Kommunikation» (comunicación construida), aludiendo a la capacidad del edificio de combinar soluciones prácticas con un fuerte mensaje y un simbolismo claramente definido. Por principio, esta ha sido una piedra angular en el enfoque de BMW hacia el diseño y la arquitectura, y ha repercutido considerablemente en los proyectos de construcción de otros edificios emblemáticos.

Poco después de la inauguración en 1973 de la sede central de BMW abrió sus puertas el nuevo BMW Museum, situado justo al lado del «Hochhaus». Al igual que la nueva sede central, el museo fue diseñado por el profesor Schwanzer, que concibió la famosa estructura con forma de cuenco y la distribución interior del museo, ideales para que BMW muestre sus logros tecnológicos y de ingeniería del pasado, el presente y el futuro a los curiosos visitantes. Desde entonces, otros icónicos edificios de BMW han seguido la misma filosofía arquitectónica para su construcción, como el FIZ, el Centro de Investigación e Innovación de BMW, el centro de producción afincado en Leipzig diseñado por Zaha Hadid y el BMW Welt.

Hoy, la sede central de BMW sigue siendo un elemento esencial del universo BMW, frecuentada a diario por innumerables empleados de BMW que se benefician de la interpretación visionaria del profesor Schwanzer de un espacio de trabajo moderno. Entre 2004 y 2006, el edificio se sometió a un exhaustivo proceso de restauración después de ser declarado oficialmente edificio protegido en 1999.

A medida que el edificio avance hacia sus próximas décadas, seguirá marcando el desarrollo de BMW y será un excelente recordatorio de cómo la empresa se adhirió a la modernidad de formas que persisten y pueden percibirse todavía hoy y lo harán durante mucho tiempo.

Publicado el 25 de julio, 2022

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